Crítica feminista de la pornografía desde su raíz hagiográfica

“Si Dios es varón, entonces el varón es Dios” (Daly, 1973). Así como en la hagiografía se adora a un dios varón, en la pornografía se adora al varón como un dios. De hecho la pornografía podría redefinirse más adecuadamente por su culto al pene y a la guerra sexual. Ambos son relatos patriarcales antisexuales que representan imágenes de violencia heterosexual explícita contra las mujeres en un continuo creciente de desigualdad que va desde el sexo hasta la violencia sexual, pasando por la trata y la prostitución, los vientres de alquiler y hasta el tráfico de vocaciones religiosas. De manera que en gran medida hay un discurso común (neolengua) que sirve de tapadera para invisibilizar la guerra sexual contra las mujeres y las niñas, finalidad última de las narrativas hagiográfica y pornográfica. Así, la pornografía y la hagiografía se retroalimentan en un movimiento circular que va desde la pornificación cultural a la deificación de la cultura (amorosa) y viceversa.