Mis Pasiones

Desde muy pequeño, creo que ya a los 6 o 7 años, abracé la idea de dedicarme a la medicina, según recuerdo lo que le decía a mi madrina mientras le hacía compañía en sus tareas de modista – Cuando sea grande voy a ser médico para curar a las personas que se enferman del corazón. Yo voy a ser tu médico del corazón – Aseveración premonitoria, sin duda, ya que muchos años después fue mi paciente hasta que falleció de una cardiopatía crónica.
Mi primera y gran pasión, la medicina, y la cardiología en particular, lo seguirá siendo a pesar de que hoy, legalmente, no la pueda ejercer.
Otras de mis grandes pasiones, la inagotable curiosidad por averiguar cómo funcionaban las cosas y resolver acertijos y problemas. Aunque no muy afecto a las matemáticas, siempre trataba de comprender cuál era la explicación que justificara el funcionamiento de un cálculo. Claro que me era muy difícil ‘adivinar’ estos detalles sin tener una formación mínima al respecto.
Una pasión que me acompañó toda la vida, y aún lo hace, es la expresión artística. Algo que siempre fluyó naturalmente, y en lo que imperdonablemente, nunca me formé adecuadamente. Supongo haber heredado parte de la habilidad de mi padre, que dibujaba, intuitivamente, muy bien. A la corta edad de 10 años, ya hacía tallas en yeso. Mi padre me enseñó a preparar los bloques de manera adecuada, y luego yo, con herramientas improvisadas iba ‘descubriendo’ lo que asumía ya estaba preformado en el interior del bloque. La primera realización de cierta magnitud (un bloque de 50 cm de ancho, 70 cm de alto y 5 cm de espesor), fue el corazón y el sistema circulatorio pulmonar que copié de una de esas revistas de apoyo escolar que a todos, nuestros padres, nos han comprado alguna vez. Con acuarelas de muy modesta calidad, lo coloreé según mostraba la figura, aunque sin entender todavía, cómo era que aquello funcionaba en la realidad. Estaba orgulloso de mi primera ‘obra de arte’, la cual conservé durante bastante tiempo. Al poco tiempo, tallé un bloque de dimensiones similares, pero esta vez con el sistema circulatorio arterial en relieve, sobre una calavera de fondo, realización que me agradaba tanto que anduvo dando vueltas en casa hasta cuando ya llevaba varios años de ejercicio de la profesión médica. Luego, la computación me ayudó a desarrollar el diseño gráfico, algo que aún hoy practico como distracción y esparcimiento, sobre todo construyendo escenarios 3D para ambientar mis relatos novelados, algo de lo que disfruto mucho.
En fin, la pasión de las pasiones: leer, leer, leer y leer. En forma autodidacta aprendí a leer en inglés, francés, italiano y portugués. Todo lo que pasaba por mis manos, no importando el tema, lo leía. Una de mis primeras lecturas sistemáticas fueron los 12 tomos de “Las mil y una noches”, una versión en español que tenía mi padre en una biblioteca pequeña de madera que parecía haber venido junto con la colección. Si bien, por mi corta edad, no comprendí algunas cosas, la historia me atrapó. ¿Habrá sido aquí donde comenzó, sin saberlo, mi pasión por la obra de Borges, alguien que a esas alturas de mi vida no sabía que existía, pero que de algún modo, la tradición islámica expresada en lo que leía me sumergió en su universo literario?