Las cuadrillas del Mediterráneo: estabilidad y cambio en los territorios identitarios de las músicas de raíz campesina
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Este articulo es una reflexión sobre el concepto de trasculturalidad, aplicado a las músicas tradicionales de origen campesino en áreas del sur de Europa, en particular el Sureste de la Península Ibérica. Repertorios procedentes del mundo rural y de espacios de tradicional filiación subalterna en barrios urbanos, que constituyen la matriz de lo que he dado en llamar músicas campesinas a fin de marcar la distancia con los géneros interpretados por grupos folklóricos que bebieron del pensamiento romántico o de las corrientes de interpretación coreográfica, versus tradición popular, tan características de los estados totalitarios y que hasta hoy nos acompañan en no pocas exhibiciones de tipismo regional. Las conductas y hábitos sociales campesinos, cuando han podido mostrarse y crecer como tales, han sido motor y referencia de novedosas creaciones de buena parte de las músicas de raíz contemporáneas vendidas en los grandes mercados "pop" o "rock": Bob Marley acuñó un sello de personalidad para los ritmos raggae y las compañías de discos americanas se encargarían del resto, sin embargo nada hubiera sido posible sin los estilos tradicionales ska de la población autóctona de Jamaica; el blues y el gospel crecieron entre la población negra norteamericana en los campos y los barrios suburbiales de las ciudades sureñas para acabar generando una gran música y bandas poderosas de jazz; el flamenco español y andaluz creció con mixturas de ritmos gitanos y estilos payos, cantos de trabajo y modos de cante para una tradición secular de fandangos, tangos y seguidillas campesinas. Pero los desarrollos de estas músicas patrimoniales no necesariamente se incorporan con normalidad a los procesos de cambio cultural y de hecho, a menudo su existencia puede sucumbir en periodos de crisis del sistema sociocultural de pertenencia o mantenerse en una agonía funcional durante decenios y ello más aún, cuando otros segmentos sociales utilizan en todo o parte de sus contenidos artísticos haciéndolos propios, adaptados o reinventados en una nueva dramaturgia de identidades y discursos estéticos. La tan traída y llevada apropiación de la cultura de las clases subalternas viene a producirse en este caso y con ello parece apropiado recordar las tesis que sobre esta circunstancia y los procesos de mercantilización de la cultura han desarrollado entre otros Lombardi Satriani y G a Canclini. Este es el objetivo inicial de la reflexión, analizar como estas músicas vieron suplantadas sus esencias de carácter representativo e identitario anclado en el sistema sociocultural campesino, por versiones más o menos adulcoradas del mismo, a instancias de instituciones políticas y grupos sociales urbanos de otra extracción sociocultural y otro gusto expresivo, que por su mayor relevancia impusieron su versión de esta realidad en el periodo franquista entre 1940 y 1970 y cuya herencia aún convive entre nosotros a través de grupos y asociaciones herederas de ese ideario. También, cómo definitivamente estos repertorios escapan de su ubicación, en las estructuras sociales tradicionales, para aparecer hoy en la práctica cultural urbana y rural como marcadores que se sitúan en nuevas dimensiones de representación étnica trasladando sus seculares significados segmentarios a realidades, donde el discurso del territorio musical puede obedecer tanto a identidades locales y étnicas como a paisajes de un territorio virtual de límites imprecisos. En España hemos tenido que esperar al restablecimiento de la democracia para que pudieran conocerse con amplitud las formas expresivas de las músicas de origen campesino, tras el periodo de dominio de las versiones de cantos "regionales" de los Coros y Danzas de la Sección Femenina. Este "hallazgo" y su entorno ritual, litúrgico y festivo, por parte de antropólogos, folkloristas, etnomusicólogos, músicos y creadores, ha propiciado una regeneración de sus continentes culturales en sus territorios tradicionales rurales, pero también en cualquier parte del mundo urbano contemporáneo, donde grupos de intérpretes de música campesina abrazan estos estilos como propios a partir simplemente de su filiación al discurso interpretativo y ritual 1 . Se trata, por un lado, de un proceso de revitalización musical y festiva en los territorios sociales de raíz pero además el fortalecimiento de una fuente de inspiración para una nueva corriente de mestizaje e intercambio con músicas de otras procedencias y lo que es más, fusiones con esquemas arreglísticos y orquestales hallados en los márgenes del rock o pop y la música clásica 2 . Ciertamente no es la primera vez que el patrimonio etnomusical campesino sirve de musa inspiradora a la creación y la composición musical: atrás quedaron y bien merecería la pena estudiar este caso, melodías y representaciones de la ruralidad de nuestra popular zarzuela, sacralizadas en el parasol de la llamada "música culta", cuya innegable calidad artística nunca suplantó el discurso musical de referencia, más al contrario, creará otro nuevo cuyo éxito social llegará hasta nuestros días.
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